Tal como la nieve
blanca era su cara
y azules sus ojos
como el mar en calma,
rubios sus cabellos
que se iluminaban
con áureos destellos
que el sol envidiara,
y esbelto su talle
igual que una espada.
María se llamaba
aquella muchacha
a la que amé tanto
como ella me amaba.
María se llamaba...
Se murió una tarde
cuando Otoño llueve
sus hojas doradas
y un viento redondo
las lleva en volandas.
María se llamaba...
Al decir su nombre
de mis ojos llueven
lágrimas amargas.
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